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Hola a todos, soy Naty nuevamente, y quiero invitarte a dar un vistazo a través de la ventana de mi vida, donde la música y el canto son más que notas y letras; son mi refugio, mi expresión y mi alegría. Soy una apasionada de la música, pero también soy una mujer con discapacidad motriz, y hoy quiero compartirles por qué la accesibilidad en los espacios de aprendizaje cultural es tan vital.
Imaginen este escenario: un aula de música vibrante, llena de entusiasmo y creatividad. Ahora, añadamos un toque de accesibilidad a esta imagen. Las rampas permiten que mi silla de ruedas se desplace con facilidad, las puertas anchas dan la bienvenida a todos, y cada rincón está diseñado pensando en la diversidad de quienes estamos presentes.
Cuando hablamos de aprender música y canto, cada detalle cuenta. Las aulas accesibles no solo hacen que mi viaje hacia la música sea más fácil, sino que también rompen barreras invisibles que podrían limitar mi participación. La normativa lo exige y establece pautas que van más allá de la letra impresa; es una sinfonía de inclusión que resuena en cada rincón accesible. Es dar oportunidades. Es permitirnos DESEAR.
Es en estos espacios donde encuentro más que lecciones de música; descubro un sentido de pertenencia y comunidad. La música es una conexión universal, y la accesibilidad en estos lugares no solo es una necesidad, sino también un recordatorio de que todos merecemos participar en esta sinfonía de la vida.
Por eso, mi llamado es simple pero apasionado: inspiremos cambios, construyamos melodías inclusivas y asegurémonos de que cada nota pueda ser experimentada por todos, sin importar las barreras físicas. La música tiene el poder de unirnos; hagamos que esta unión sea verdaderamente accesible para todos.
Hace un tiempo me mudé a una ciudad más tranquila, donde encontrar lugar para estacionar es simple y rápido, donde las personas no viven a mil, dónde las distancias se acortan, las físicas y las emocionales. Hace dos años encontré personas hermosas, con lugares hermosos para dar clases, dispuestas hasta venir a casa para hacer melodías. Y eso es incluir el deseo. Besos a mi profe Alejandra Buttice.
Gracias por escuchar mi historia, y espero que podamos construir un mundo donde la música y la inclusión se acompañen de la mano.